Después de un largo periodo exento de noticias por mi parte, me pongo de nuevo en la labor, cada vez más ardua, de escribir cuatro palabras encadenadas que expliquen alguna cosa con sentido ...
En este caso, la motivación me la proporciona la etapa que actualmente están viviendo mis padres, etapa dura y complicada para todos aquellos cuyos lazos familiares o de amistad no nos permiten permanecer impasibles ante el devenir último de su vida; mi padre, enfermo de demencia frontal (aunque casi siempre incluido en el saco ahora genérico y popular que representa el concepto Alzheimer), en un estado patológico muy avanzado y que ha desarmado por completo su otrora apreciada autonomía física y mental, se ha convertido en una especie de bebé de avanzada edad, cariñoso y adorable, permanentemente desorientado y aterrado (de todo aquello que suponga una novedad en su rutina diaria), y de cuyo nivel de conocimiento de las personas queridas que le rodean nadie tiene la más mínima seguridad. Mi madre, enferma de mieloma múltiple, cáncer de la sangre, totalmente agotada tras 6 años de innumerables tratamientos encadenados, está viviendo sus postreros días en medio de una penumbra química generada para intentar evitar padecimientos excesivos, facilitando un escenario en el que la limitación de recursos físicos y sensoriales no reduce la explosión de emociones que acompañan el paso de cada minuto ...
78 y 76 años, respectivamente, no excesivamente mayores, y ya con un largo periodo de enfermedad a sus espaldas, hubieran esperado algo más de la vejez que este deterioro y padecimiento compartido e inmutable, especialmente después de una dura y sacrificada vida de la que salieron victoriosos, consiguiendo dar respuesta a sus anhelos sentimentales y materiales, pero que a última hora les volvió a dar la espalda, como si, cruelmente, en la vejez quisiera golpear de nuevo e igualar, e incluso superar, todos aquellos males (hambre, maltrato, trabajo infantil, etc.) que tuvieron que sufrir cuando niños en la España de la postguerra.
Sus hijos y nietos estamos al pie del cañón, acompañándolos y cuidándolos en estos días tristes y malaventurados, para que, al menos, se sientan arropados y queridos por la gente que ellos también idolatran y cuidaron en su día. Va por ellos.
Un abrazo inmenso
ResponderEliminarIgualmente.
EliminarMe ha tocado profundamente tu artículo, solo puede decir muchos ánimos!!!... son grandes personas y lo hacen maravillosamente bien...
ResponderEliminarGracias por los ánimos y por el reconocimiento, a pesar de que cuidar de nuestros mayores es, y debería ser para todo el mundo, un ejercicio de responsabilidad y un placer.
EliminarMi abuelo era de obiedo manuel de jesus migoya molina tenía 3 hermanos alejandro amparo florentino no se de gue lugar de obiedo cualquier lnf. 50172638 cuba
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