Recientemente, por desgracia a través de un medio frío como la televisión, tuve el placer de conocer o, quizá sería más exacto decir, saber de la existencia de una persona cuya lucidez y claridad expresiva me causó admiración; me refiero a la catedrática de ética de la Universidad de Valencia, Adela Cortina, estudiosa de la filosofía y de la ética que en los últimos tiempos ha ganado relevancia pública por una contundente aportación al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, a partir de la acuñación del neologismo Aporofobia. La contundencia de esta palabra no es exclusivamente estética, su trascendencia viene dada por su significado: miedo, aversión, rechazo a la pobreza y, por ende, a los/las pobres. El trabajo de la Dra. Cortina me parece muy relevante, especialmente en relación a la sociedad y los tiempos que nos han tocado vivir, porque desarma completamente uno de los grandes y más repetitivos bulos creados por el ser humano, el uso indiscriminado de otro concepto contundente: xenofobia o miedo, aversión, rechazo al/la extranjero/a. Como defiende la Dra. Cortina, con la que no puedo estar más de acuerdo, en la mayor parte de las situaciones o comportamientos que hoy en día se definen como racistas o xenófobos se esconde en realidad una actitud aporofóbica, porque el conflicto de intereses no se desata por una cuestión de nacionalidad, ni tan siquiera étnica o de raza, a pesar de que las rivalidades territoriales históricas en muchos casos han derivado en actitudes despreciativas de los unos hacia los otros, sino por otra cuestión mucho más mundana, el rechazo a lo pobre. Creo que no hace falta poner ejemplos de extranjeros y extranjeras, independientemente, repito, de su nacionalidad, etnia o raza, a los/las cuales se les recibe con alfombra roja y nacionalidad en mano por venir de países ricos, o por ser adinerados, famosos o disponer de un talento envidiado/envidiable (por ejemplo, deportistas de élite), en este o en cualquier país del mundo; sin embargo, con personas de nuestro propio país o procedentes de países pobres, con falta de recursos o con apariencia de carecer de ellos (apariencia muchas veces originada en el imaginario colectivo...;conozco múltiples casos en que los protocolos individuales para con aquellos/as con un determinado aspecto han conducido a equívocos espectaculares), el comportamiento dista mucho de ser el mismo, y es ahí cuando se suele optar por calificar ese rechazo, muy equivocadamente, como xenofobia.
No puedo dejar de aplicar esta misma reflexión al movimiento independentista que estos últimos años ha tomado fuerza en Cataluña, y al cual, como ha sucedido, sucede y sucederá con otros movimientos nacionalistas, se le ha tachado de supremacista y xenófobo, especialmente con la población del resto del territorio español. Yo me vuelvo a preguntar, ¿no estamos ante la misma situación? El motor que impulsa el procés no es el rechazo o el odio a lo español (sería realmente estúpido, puesto que el independentismo se estaría lanzando piedras a su propio tejado), por mucho que en aras de la simplificación (recurso típico y cada vez más recurrente de la sociedad actual) y de determinados y oscuros intereses se deje entrever de esta manera por todas las partes; el motor real es la convicción, la creencia, incluso yo diría la fe de este movimiento y de la ciudadanía que lo apoya de que si el territorio catalán se autogestionase, si pudiese gestionar sus propios recursos y riquezas, el nivel de vida que se podría alcanzar en el mismo sería similar al de países como Suiza o Dinamarca. Creo que está claro, al menos es mi opinión, que en definitiva estamos hablando, una vez más, de rechazo a la pobreza, a esos otros territorios del Estado que, por razones en las cuales ahora no entraré, necesitan de la solidaridad de las partes más ricas de España para acercarse al nivel de vida del que estas disfrutan. Este, y no otro, es el trasfondo del conflicto, y no ha lugar a cortinas de humo identitarias que entre pueblos de la península ibérica no tienen sentido ni razón alguna de ser. El hecho es que una parte importante de la población catalana cree que por su cuenta le iría mejor, mientras que otra parte también importante cree lo contrario, que romper el equilibrio social y económico que consiguió España después de su incorporación a la Unión Europea llevaría al desastre, al margen de cuestiones residuales de tipo emocional que por desgracia acaban generando mayor ruido que los aspectos realmente cruciales a analizar y debatir. Este es el nudo gordiano que en realidad hay que desentrañar e intentar resolver de forma provechosa para todas las partes, y como ciudadano catalán y español espero que así sea, porque si algo tengo claro es que en este caso no funcionará el corte de una espada.
Muy valiosa tu entrada. Además de la desagregación y diferenciación entre extranjero (Xéno) y pobre (áporos), se debe diferencias entre pobreza económica, pobreza mental y pobreza espiritual. Claro está, que la profesora Cortina también mencionó que tanto sus estudiantes de pregrado como de máster y Doctorado ya quieren estudiar a fondo la aporofobia. Por tanto, debe salir en breve un análisis etimológico y social acerca de lo qué son y lo que implican cada una de estas vertientes del término pobreza.
ResponderEliminarCon respecto a lo que dices de que se le tiende alfombra roja al rico es cierto, las personas no discriminan es más no evalúan críticamente el trabajo o la actitud de un famoso o millonario suramericano, africano, turco o del este europeo, sólo cuestionan el papel de estas nacionalidades en el mercado laboral. Los aporofóbicos, se sienten invadidos por los inmigrantes pobres que salen a buscar mejores oportunidades, claro está, que también un gran numero de esos ciudadanos buscadores o rebuscadores son abusadores de los recursos del estado del bienestar de los países ricos. Por ello, es necesario el estudio etimológico y cuantitativo de los tipos de inmigración y los tipos de aporofóbicos.
También me causó impacto lo que mencionas "... conozco múltiples casos en que los protocolos individuales para con aquellos/as con un determinado aspecto han conducido a equívocos espectaculares..." porque he vivido como inmigrante de país pobre a país rico situaciones que después de los años solo me provocan risa. En una ocasión una traumatóloga revisándome un brazo, sin ningún cuestionario previo acerca de mi profesión, me dijo: "es que vosotras con ese trabajo repetitivo, al limpiar ventanas, o levantar las personas mayores, soléis sufrir este tipo de lesiones", yo le respondí: "sí, tiene usted toda la razón, pero tampoco le aclaré que ese no era mi trabajo, que yo estudiaba. Me sorprendió porque, como tu dices, su predisposición se debió quizás a mi origen latinoamericano.
Que bueno... el termino aporofobia, ya da forma a nuevas investigaciones pero de viejos sentimientos humanos. A veces no es ni racismo, ni aporofobia es superviviencia, es dificil encontrar en un pobre oportunidades, este las demanda, por tanto... es supervivencia. Que difícil.
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