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NAVIDADES EN MÉXICO


NAVIDADES EN MÉXICO

El 22 de diciembre emprendí nuevo viaje transoceánico en dirección a tierras charras, y que me perdonen los/las salmantinos/as, pero en este caso dicho calificativo se refiere a México, que sigue siendo lindo y querido, pero, como pude comprobar, también otras cosas… Allá por aquellos lares debía encontrarme con Luz, mi mujer, para disfrutar de unas Navidades especiales en la capital del país, Ciudad de México.

Debido a un incidente con una persona a la que creíamos amiga, nada más llegar a mi destino tuve que revisar la programación prevista y busca alojamiento en Ciudad de México, yendo a parar a casa de unos, estos sí, buenos amigos, Abril y Peter, que me permitieron alojarme con ellos en el barrio de Roma Sur durante un par de días, mientras Luz llegaba de Hermosillo, después de realizar su mes de estancia de investigación en la Universidad de Sonora. Una vez juntos, encontramos un apartamento excelente en el barrio Juárez, al ladito mismo de Reforma, centro financiero de la ciudad, y de la movida zona rosa, con múltiples establecimientos donde disfrutar de la variada gastronomía mexicana, muchos de ellos con música en vivo; realmente tuvimos mucha suerte con el alojamiento y con los alrededores del mismo, algo que, junto con el atractivo turístico de Ciudad de México y de las poblaciones colindantes, hizo que nuestra estancia en el país fuera muy agradable.

Paseo por Reforma y Chapultepec
El primer día lo dedicamos a conocer el barrio de Reforma, con sus numerosos rascacielos y edificios modernos, y sus avenidas amplias y agradablemente transitables, desde el Ángel de la Independencia hasta el Bosque de Chapultepec, lleno de una naturaleza exuberante y de un ambiente pleno de jolgorio y alegría, con paseantes disfrutando de actuaciones musicales y humorísticas, así como de mercados con todo tipo de tentaciones a su alcance.
Punto y aparte, aunque esto fuera ya un segundo día de visita a la zona explicada, resultó el Museo Nacional de Antropología, considerado entre los 10 mejores museos del mundo, y con razón, es impresionante tanto a nivel de puesta en escena, con una arquitectura espectacular y agradable al mismo tiempo, como por el contenido de su aportación al conocimiento de la historia y la cultura del territorio actualmente mexicano, enorme y extremadamente interesante; de hecho, por más horas que le dediques, sales de allí con la sensación de haberte dejado cosas importantes por visualizar y aprender.

1a visita al centro histórico
El paseo desde nuestro hotel hasta el centro histórico de Ciudad de México resultó más que interesante, desde Insurgentes, Reforma, hasta el Parque de la Alameda, la Torre Latinoamericana y el Zócalo (Plaza Mayor o Plaza de Armas en otras capitales), entre otros atractivos. En el Parque de la Alameda nos encontramos de sopetón con un reportaje televisivo sobre la creación y primer día de funcionamiento de un nuevo cuerpo de la policía de proximidad, la policía montada charra, a caballo y con vestimenta tradicional de los charros mexicanos, lo que llevó a Luz a confundirlos inicialmente con un mariachi (jua, jua…eso solamente le pasa a ella…). El caso es que nos pillaron por medio y nos realizaron sendas entrevistas que posteriormente pudimos visualizar a través del portal web del canal correspondiente, con el objetivo de conocer la opinión al respecto de dos turistas extranjeros.
Más tarde nos acercamos a la Torre Latinoamericana, subiendo al piso 42 a otear el horizonte y vislumbrar el gran valle que alberga la mayor urbe que nunca había visitado… La vista resultó espectacular, Plaza Garibaldi incluida, por lo que decidimos quedarnos a saborear también el menú del restaurante allí alojado, con el objetivo de poner broche dorado a nuestro día, aunque esto no funcionó del todo bien, dado que se nos reveló como un establecimiento especialista en servir la comida fría. Como contrapeso, una vez calmado el apetito nos acercamos al Zócalo, plaza inmensa y monumental coronada por la catedral metropolitana, en donde nos reencontramos de nuevo con la armonía que iba a presidir en todo momento nuestra relación con la capital mexicana.

Excursión a Teotihuacán, Basílica de Guadalupe y Tlatelolco
Llegada una de las grandes citas de la estancia, nos dispusimos a disfrutar sobremanera y de la forma más cómoda posible de la visita a Teotihuacán, amplio complejo arqueológico precolombino de primer orden mundial, que en su día albergó la ciudad más importante de Mesoamérica, urbe que entre los años 150 y 750 después de Cristo llegó a tener más de 150.000 habitantes, originarios/as de diferentes pueblos indígenas (Totonacos, Otomíes, Olmecas, etc.). Nos propusimos madrugar y acceder al valle donde se encuentra la ciudad de la forma más tranquila e íntima posible, además de dedicar la tarde a recorrer otros enclaves estratégicos de interés, por lo que alquilamos un taxi (esto en España sería del todo impensable), que nos facilitó un recorrido rápido y cómodo durante todo el día.
La irrupción en la entrada al complejo arqueológico ya te transmite paz y tranquilidad, especialmente cuando accedes a la explanada desde la cual puedes contemplar allá hasta donde alcanza la vista, siendo testigo privilegiado de los límites de la ciudad y de sus enclaves principales. Solamente puedo decir que merece la pena la visita, es un lujo poder contemplar tamaños logros del ser humano como las pirámides de la Luna y el Sol, o como la Calzada de los Muertos; el paseo por todo el complejo, la ascensión a las pirámides, la visita al museo arqueológico, y las sensaciones intemporales vividas, al margen de la conversación nada anecdótica con un muchacho de San Francisco de origen nicaragüense que nos sorprendió por su fragilidad y mirada perdida, y que nos reveló que andaba a la búsqueda de su yo, después de desencantarse con la ciudad y el país al que habían emigrado hacía muchos años sus padres con el objetivo de conseguir una mejor vida para su familia, y que él había abandonado por su falta de humanidad y de solidaridad humana, algo que según nos comentó estaba comenzando a encontrar en tierras latinoamericanas, lo cual le daba esperanzas y nuevas fuerzas para afrontar el recorrido que aún tenía por delante, duro y en solitario, que no en soledad.
A eso del mediodía nos trasladamos, bajo un sol envolvente y agradable, a la Basílica de Guadalupe, construcciones (en plural, la vieja y la nueva) a cual más bonita, la nueva especialmente espectacular y monumental, aunque eso sí, nos quedamos particularmente prendados de las múltiples ermitas que acompañan a las basílicas en el cultivo de la fe católica, pero claro está, en mi caso más por la belleza de las mismas, íntima y acogedora, que por la fe profesada o por la presencia de la Virgen de Guadalupe, sobre la cual curiosamente los versados/as del lugar pretendían como originaria de México, por lo que, me avergüenza decirlo, disfruté un buen rato cuando abrieron los ojos como platos al revelarles que el origen de la palabra Guadalupe es moro o bereber (Wad-al-luben, río escondido o encajonado), al igual que el de Guadalajara (río de piedras), Guadiana, Guadalquivir, Guadalcanal, y un largo etcétera, y que la Virgen de Guadalupe procede de la villa española del mismo nombre, población extremeña en donde se ubica su santuario original, que a su vez obtuvo su nombre del río Guadalupe, el cual atraviesa dichas tierras y fue bautizado por los moros durante su estancia ibérica (Al-Ándalus, entre los años 711 y 1492).
Para finalizar de forma merecida la jornada, acabamos nuestro recorrido en Tlatelolco, otro centro arqueológico precolombino, este de carácter menor pero íntegramente urbano, rodeado por la principal urbe mexicana. Queda mal decirlo, pero después de la intensidad vivida, en esta última etapa destacaría, por encima de todo y sin desmerecer nada, la comilona que nos pegamos en el primer restaurante que encontramos por los alrededores, y que por suerte era bastante presentable.

Visita a Coyoacán
Uno de los momentos de los que conservamos mejores y más cálidos recuerdos fue el de nuestra primera visita a Coyoacán, ciudad dentro de ciudad de México que nos introdujo en la tradición mexicana a través de la arquitectura, los colores, la vegetación, las flores y el ambiente folclórico, alegre y variado que nos invadió y envolvió nada más arribar en el tren ligero que hace el recorrido desde el centro de la gran urbe. Disfrutamos de un día de paseo espléndido bajo un cielo azul y un sol permanente y agradable que nos acompañó en la visita a la plaza mayor, plena de casas coloniales de múltiples colores y de árboles de gran majestuosidad y belleza, a los mercados de la zona, especialmente al mercadillo de ropa y plata, entre otras artesanías de la zona, ubicado en las dos plantas de un edificio adecuado para ello que nos regaló un rato delicioso de conversación con Rui, un inmigrante portugués llegado a Coyoacán 30 años antes y dedicado por las mañanas a la venta de plata y por las tardes a dar clases de portugués en la Universidad Nacional Autónoma de México, y con el que recorrimos la situación política y económica de Europa y América, revelando soluciones particulares a los múltiples problemas existentes, mientras nos explicábamos nuestra vida y andaduras hasta la fecha, y al que, finalmente, libramos de la carga de alguna de sus preciosas joyas de argento.

2a visita al centro histórico
Al día siguiente continuamos con el recorrido por los mercados mexicanos, en este caso de nuevo en el centro histórico, pero esta vez con objetivos puramente consumistas, deleitándonos con la oferta diversa y atractiva de la artesanía local, así como con la conversación con los/las vendedores/as, en muchos casos adolescentes iniciándose en negocios familiares.

Excursión a Xochimilco 
Otro de los momentos álgidos de nuestra estancia en Ciudad de México fue una nueva incursión en su latitud sur, esta vez para visitar Xochimilco, un ejemplo viviente del pasado del valle mexica donde se ubica la gran ciudad, antaño cubierto por múltiples canales que facilitaban el desplazamiento por su territorio a los diferentes pueblos que habitaban la zona; en la actualidad, con la mayor parte del valle cubierto por un terreno que facilita la construcción de edificios y carreteras y, por tanto, la habitabilidad de la zona, aunque, como consecuencia, sufriendo un hundimiento progresivo de ese mismo terreno por su fondo acuático, Xochimilco destaca por la conservación de las características orográficas originales de la zona, cuando menos del periodo de población indígena de la misma y de creación y desarrollo inicial de la ciudad. Fue un día muy bonito, con paseo en barca por los diferentes canales que alberga el término municipal, llenos de vegetación y de vida, y, aquel día, por ser no festivo, libres de aglomeraciones y atascos, que, por lo que nos explicó el remero que nos acompañó, solía ser el escenario más habitual; hasta nos dimos el gusto de dirigir la embarcación durante un momento realmente divertido, hasta que la proximidad de un pequeño muelle o embarcadero al que nos estábamos acercando peligrosamente obligó a cambiar rápidamente de manos la dirección de la misma.

Comida en Zéfiro
Como no podía ser de otra manera, y a pesar de que la comida mexicana, por otra parte muy diferente a la que otrora degustáramos en los restaurantes supuestamente mexicanos de España, nos encantó desde el primer día, llegó el momento de disfrutar de un buen yantar en un restaurante que todo el mundo nos había recomendado, y que no nos defraudó en absoluto; Zéfiro es la puesta en escena de una escuela de cocina y hostelería digna de mención, y no solo por su presentación, tanto a nivel de local como de platos, realmente exquisita en todos los sentidos, sino también por las atenciones recibidas por unos/as estudiantes que hacen del buen servicio un arte, siendo amables y atentos con las necesidades de la clientela sin resultar agobiantes en ningún momento. Huelga decir que comimos estupendamente, platos delicados y deliciosos libres del abuso del picante que acostumbra a desbordar las previsiones del/la comensal que visita los restaurantes mexicanos.

Excursión a Puebla
Si hay un destino que recomendaríamos después del agradable recorrido realizado es el de una ciudad espectacularmente mexicana y llena de vida y colorido, muy semejante a Coyoacán, pero al mismo tiempo más tumultuosa y monumental, con un nombre epopéyico donde los haya, Puebla de Zaragoza, ciudad que nos recibió con un lindo sol e irradiando algarabía por los cuatro costados, y en la que pudimos pasear hasta agotarnos por preciosas calles floridas y llenas de comercios y de gente, y sobre todo disfrutar de una arquitectura alegre y cálida al mismo tiempo, y de un centro monumental impresionante y muy bien cuidado, que hacía las delicias de todo visitante. Fue un día inolvidable para los sentidos.

Despedida de Abril y Peter
La tarde del día anterior a nuestra marcha aprovechamos para ver a Abril y a Peter y despedirnos de ellos; quedamos para comer algo en su casa, y entablamos una conversación de lo más interesante sobre la vida y sus milagros.
En un momento de la tarde, cuando estábamos en una especie de aparte, Luz y Abril charlando por un lado, y Peter y yo por otro, este me comentó algo muy curioso, y es que en los dos años que llevaba viviendo allá se había ido enterando de alguna de las cosas que los españoles habían hecho en México, o sea, refiriéndose a lo que los colonizadores españoles habían hecho a los indígenas que vivían en el territorio hoy denominado México, y que no daba crédito a ello… Cuando menos es curioso, o al menos a mi así me lo parece, que un inglés le comente eso a un español; como yo le dije, en los territorios conquistados por los españoles aún queda quien se pueda quejar del comportamiento de los mismos, pero que busquen en Norteamérica alguien que pueda ejercer el mismo derecho, realmente les costará encontrar dicha persona, y no precisamente porque el comportamiento de los caballeros británicos fuese mucho más loable, sino seguramente por todo lo contrario (lo cual en todo caso no sirve de excusa, y, siempre lo he dicho, ni ahora ni nunca voy a juzgar hechos del pasado con la moral de hoy en día, moral kafkiana e hipócrita a morir por otra parte). En esos tiempos era la ley de conquista la que regía el mundo; el más fuerte invadía, sojuzgaba, gobernaba, legislaba y ejecutaba las leyes … Y esto no lo expreso con afectación única a los colonizadores europeos, puesto que en el propio territorio hoy mexicano los aztecas, al igual que los Incas en el Perú, por poner unos ejemplos ilustrativos, habían hecho lo mismo unos pocos cientos de años antes con múltiples pueblos indígenas que habitaban dichos territorios con anterioridad, y que a su vez habrían pasado por encima de otros pobladores aún más antiguos, así desde la llegada de los primeros seres humanos al continente americano procedentes de Asia, a través del estrecho de Bering, durante la última glaciación, aproximadamente unos 15.000 años antes de Cristo. Nada, en todo caso, diferente a lo acontecido, sin ir más lejos, en el continente europeo. Con esto no pretendo justificar ninguna agresión histórica, pero creo que lo que los seres humanos somos hoy día es producto de dicha historia, llena sin lugar a dudas de múltiples agresiones territoriales entre pueblos diferentes, y lo que sí que tengo clarísimo que no podemos hacer es negar lo que somos; me explico, yo no puedo despotricar de los romanos por haber masacrado a los pobladores iberos del territorio que un día sería España, como tampoco de los moros (o si se prefiere de las tribus bereberes del norte de África que ocuparon la Península Ibérica durante 7 siglos), por hacer posteriormente lo mismo con los hispano-romanos que entonces ejercían su dominio, hasta que los Reyes Católicos los expulsaron a su vez del territorio invadido (¿con el derecho de los pobladores originales, o de nuevo con el de la fuerza de los más poderosos?). Sea como sea, yo soy español, y es más que probable que tenga sangre ibera, romana y mora en mis venas, pero profundamente improbable que descienda directa e impolutamente de los primeros pobladores de la península, aquellos que llegaron de África en los albores de la humanidad…
En fin, ya estoy desvariando de nuevo, el caso es que la tarde transcurrió de forma rápida y agradable, hablando de la vida y sus penurias, y también de sus placeres, como los que Abril y Peter iban a obtener en su nuevo viaje a Tanzania; no lo he explicado, pero este inglés y esta mexicana que se conocieron en Salamanca (de tierra charra a tierra charra y tiro porque me toca…), son unos amantes del budismo y el veganismo, y muy dados a viajar a sitios exóticos a experimentar vidas y culturas diferentes (no por turismo, sino por convivencia y solidaridad), y su próximo viaje, estancia y experiencia vital será en Tanzania, en donde espero que encuentren lo que buscan y sean felices durante el tiempo que dure su vivencia.
Al día siguiente, tal y como estaba previsto, cogimos el vuelo de vuelta para Barcelona. Aunque como podéis suponer, el viaje tuvo otros momentos además de los aquí explicados, creo que la selección ofrecida refleja una parte sustancial y especialmente característica de nuestra estancia en tierra mexicana, la cual animamos a visitar a quien quiera disfrutar de una experiencia para recordar.

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