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¿Cuándo se acabará esta travesía por el desierto?



El panorama político actual es desolador, y no solo en España, sino a nivel mundial, aunque eso no puede servir de consuelo a nadie. Centrando la presente reflexión en nuestro país, ¿es cierto aquello de que tenemos los políticos que nos merecemos? ¿Hay que concluir que nuestras vidas se rigen preferentemente por las emociones irracionales? Al menos nuestros representantes políticos así parecen creerlo, porque frente al conservadurismo central ya conocido, y no me refiero al ideológico, sino a aquel que pone siempre como máxima prioridad individual y colectiva la conservación del sillón y de los privilegios adquiridos, se nos presenta una alternativa que como mínimo habría que calificar de acto de fe, y no solamente en Cataluña, por mucho que sea el ejemplo actualmente más llamativo, sino en todo el Estado, hasta el punto de que cualquiera pensaría que este tiene los días contados.

En este momento de la historia la mayor parte de la población española tiene a su alcance la mejor calidad de vida jamás alcanzada, pero al mismo tiempo ha recibido un toque de atención en forma de grave crisis económica que ha dejado latente la necesidad de cuidar aquello que tantas alianzas (la primera la propia Unión Europea) y tanto esfuerzo ha costado, y que ahora sin duda alguna requiere el refuerzo de dichas alianzas y la proposición de nuevos esfuerzos para luchar contra los abusos y contra la desigualdad social y económica creciente; abusos por parte de aquellos que se han acostumbrado a ostentar de forma casi permanente el poder o a estar a la sombra del mismo, pero también de un gran sector de la sociedad que aplica la corrupción en el día a día de sus vidas y ni tan siquiera es consciente de ello (la ética sí está inmersa en una verdadera y profunda crisis);y desigualdad social y económica agudizada por el periodo recesivo sufrido recientemente, y que representa en sí misma el germen que contamina y puede contribuir a destruir el bienestar conocido en estas últimas décadas.


Ante este panorama incierto pero cuya precaria estabilidad depende más que nunca de apostar con mayor fuerza si cabe por el fortalecimiento del tejido político y socioeconómico y por remar todos en la misma dirección, nos encontramos con la aparición de aventuras que uno de inicio consideraría cuando menos cómicas, pero que claramente no son tales cuando compruebas en tus propias carnes la división e incluso el enfrentamiento social que están generando. Siguiendo con el ejemplo catalán, que es el que me ha tocado vivir, y respetando en todo momento todas las ideologías y orientaciones políticas que se defiendan siempre bajo las normas de convivencia consensuadas y vigentes (las cuales, por supuesto, se pueden modificar bajo el mismo consenso), estamos viviendo en los últimos años una situación esperpéntica, liderada por determinadas personas que parece que sí han hecho dela emoción irracional su bandera, dejando de lado la tradicional sensatez catalana para apostar por una vía muy peligrosa que según ellos conduce al paraíso terrenal, pero que una gran parte de la población catalana, que observamos con estupefacción esta especie de pesadilla inacabable, vemos como un riesgo claro para el bienestar socioeconómico que tanto ha costado alcanzar. Puede que la gente joven no pueda valorar correctamente esta apreciación, puesto que su corta vida ha transcurrido al completo dentro de este sí paraíso terrenal no reconocido pero evidente si rescatamos de la oscuridad de nuestras mentes la situación que aún a día de hoy se vive en gran parte del planeta, pero aquellos que hemos vivido otras épocas somos plenamente conscientes del privilegio que supone disfrutar de nuestra vida actual.

Quiero pensar que estos políticos mesiánicos que prometen día sí y día también otra vida, cual fanáticos líderes religiosos, creen realmente en aquello que defienden, porque sería muy triste y deprimente, y la confirmación del entierro de la ética en este país (algo de lo que ellos acusan, en este caso no sin razón, a los líderes políticos del Estado), que al final se tratase de lo de siempre, de una huída hacia delante con el único objetivo de conservar el sillón y los privilegios, o incluso de ampliarlos (mejor cabeza de ratón que cola de león…).

Comentarios

  1. ¿Hay que concluir que nuestras vidas se rigen preferentemente por las emociones irracionales? Desde los planteamientos de la economía el ser humano es un agente racional. Aún así, parece ser cierto que es todo lo contrario, es claro con todos los hechos políticos y frente a la desigualdad y a la pretensión de los ciudadanos españoles de reclamar y reclamar y reclamar y no dar nada por su país más que criticas, maldiciones y quejas. Debe resaltarse que los ciudadanos cual papel de hijos de sus representantes han aprendido de ellos, nada más hay que ver el comportamiento y el vocabulario de los representantes políticos de Cataluña está semana, cuando supuestamente uno escupió a otro y cuando un rufián haciendo honor a su nombre se comporto como tal. Propongo que Este representante se cambie de nombre para que no se deje influenciar por lo negativo de esa palabra, quizás esta acción le sirva más que el nivel educativo que ha adquirido para ejercer de político.

    En este momento de la historia la mayor parte de la población española tiene a su alcance la mejor calidad de vida jamás alcanzada. Afirmación indiscutible y que debería servir de ejemplo a los políticos que creen que el trabajo de quienes han construido la democracia en España, PSOE y PP, ha sido perverso y que ellos como nuevos tienen la píldora salvadora. Los nuevos partidos antes que permanecer en discusiones vagas y vulgares deberían trabajar en los problemas que esos dos partidos no han sabido enfrentar, el paro estructural de España que data desde mucho antes de la inmersión en la democracia y la polarización catalana, tema que también se está encallando.

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